martes, 8 de octubre de 2019

También esto es China.

No es la primera vez que venimos a China y siempre hemos tenido algún problema con una regla que nos afecta directamente: los extranjeros tienen prohibido ser alojados en la mayoría de los hoteles del país. Si te desplazas en autobús o tren entre los principales lugares turísticos, reservando el alojamiento por internet, donde se anuncian los establecimientos con permiso, o yendo donde aconsejan las guías de viaje, no te darás cuenta, pero desplazándote en bicicleta es otra cosa. La norma siempre ha existido, desde que comenzáramos a andar por aquí hace ya década y media, y uno piensa que este gobierno que lleva en el poder 70 años, irá mejorando con el tiempo. ¡Y mejora! En los alojamientos han instalado lectores electrónicos de documentos y no hay manera de dormir en ellos sin conocimiento de la autoridad. Si se enteran vienen y nos echan a la calle o mandan al hostelero hacerlo. Ha habido veces que hemos tenido que irnos de una ciudad porque nadie tenía permiso para darnos cama, y otras que nos ha echado la policía. Ésta es la República Popular.
Por mucho que haya leído o escuchado a otros viajeros por China, jamás han hecho referencia al tema, y no creo que haya que ocultar la realidad, una ley que persigue al extranjero cuando entra en los dominios de esta dictadura que la comunidad internacional mira de forma condescendiente y contra la que casi nadie se atreve a rechistar.
A pesar de ello y con insistencia es posible alojarte porque siempre hay alguien que de forma consciente o inconscientemente desobedece esta norma.
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Los chinos no son muy religiosos pero sí adoran a un dios.
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En Qingdao, ciudad donde desembarcamos, solamente los grandes hoteles tienen permiso para alojarnos y nos lleva varias horas bajo la lluvia encontrar alojamiento.
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Imaginemos una ciudad en mitad de la China. Es mediodía y sus habitantes, ajenos a lo que se les viene encima están en sus quehaceres diarios, desprevenidos, sin miedo al futuro más inmediato siempre protegidos por el Partido. ¿Les sorprenderá un terremoto, un gran incendio incontrolable o quizás grandes inundaciones? No, es algo que nadie podría imaginar: han llegado a la localidad dos extranjeros. Al llegar a conocimiento de la policía su presencia, los forasteros son escoltados, y grabados sus movimientos, les conducen a un hotel de lujo donde se les exige pasar la noche, si no, deberán abandonar la población para que la calma y seguridad de China no se vea amenazada.
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Y nos vamos para otra población, y se vuelve a presentar la policía en el hotel para echarnos, del hotel y del pueblo. Finalmente llegamos a otra localidad donde la jefa del hotel no comunica a nadie nuestra presencia. A pesar de ello, la paz en la China no se ve alterada. Así es como nos alojamos, algunos hosteleros dan prioridad a la manutención de sus familias sobre la lealtad al Partido.
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En China internet tampoco se libra del control por parte del gobierno. No puedes acceder al buscador de google ni a nada asociado como googlemaps o blogspot, tampoco al buscador de yahoo, ni a youtube, ni a la wikipedia, ni a facebook... La información a la que acceden los chinos ha de pasar por los filtros del partido protector, la "Policía del Pensamiento".
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En booking se ven ofertas de muchos hoteles, si te fijas en la letra pequeña de la mayoría de ellos, son ofertas a los ciudadanos de la China continental. En todos ellos está prohibido alojar extranjeros, un dato que booking oculta deliberadamente. Las guías de viaje tampoco hacen referencia al asunto limitándose a aconsejar los hoteles con permiso, ocultando información al viajero.
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La República Popular en lugar de favorecer la prosperidad de los pequeños hoteles del pueblo, obliga a los extranjeros a alojarse en los grandes hoteles, no pone impedimento en que vayas a uno de las grandes multinacionales extranjeras como Sheraton, Sofitel, Marriott... en perjuicio de los negocios locales.
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El hostelero que por error, ignorancia o desobediencia, da cama a un extranjero, al llegar a conocimiento de la policía y presentarse a pedir explicaciones sobre su acción, cambia su sonrisa en un gesto serio y de preocupación.
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Hay otro ciclista por aquí, le escuchamos en la radio. Al ser preguntado por su presupuesto deja caer que es elevado al estar obligado a alojarse en hoteles autorizados para extranjeros, como si fuera lo más normal. Lo normal hubiera sido que el entrevistador sorprendido se interesara por esa discriminación. Pero no, el periodista profesional sigue con sus preguntas como si no lo hubiese oído.
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Seguimos camino comprando una carpa para el día que nadie nos dé cama.
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Después de cenar nos para la policía al vernos por la calle y nos llevan a comisaría.
-¿Qué hacéis aquí?
Nos acompañan al hotel y leen la cartilla a la recepcionista. El agente muy serio, y ella también, parece muy preocupada por su atrevimiento. Por la mañana al salir insisten en que debemos esperar. Llega otro agente de policía que nos desea buen viaje, pero sigue con su coche para asegurarse que abandonamos el pueblo y que la amenaza extranjera queda atrás.
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Ya es de noche cuando la policía se presenta en el hotel para saber que hacemos en su pueblo. Estando ya dormidos vuelven, tienen orden de más arriba de registrarnos y durante media hora toman datos y preguntan sobre nuestros movimientos por el país. Al menos no nos echan a la calle.
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Y cuando llegamos a un hotel autorizado ante la imposibilidad de ser aceptados en otro, rellenamos papeles, fotografían y fotocopian nuestros pasaportes, hacen llamadas telefónicas, nos fotografían a nosotros... y finalmente estando instalados, llaman a la puerta porque aún ha quedado algún detalle, o llega la policía a preguntar la razón de visitar su ciudad.
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PD. Las fotos son de las provincias de Shandong y Henan.

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