martes, 26 de junio de 2018

Opuwo.

Los integrantes de muchas de las tribus del norte de Namibia piden dinero a cambio de ser fotografiados. Hay quien lo critica y quien critica a los que pagan porque fomentan la mendicidad. Aunque yo no he pagado por ninguna foto, viendo las condiciones de extrema pobreza en las que muchos de ellos viven, comprendo pidan a los que llegan en todoterreno con sus cámaras fotográficas. Y supongo dejaré de criticar que dejen algunos de sus dólares a estas gentes aunque los hagan pedigüeños.
Y si cualquier famoso occidental cobra por salir en las revistas o televisión sin necesitarlo, ¿por qué no lo habría de hacer quien sobrevive en condiciones miserables?
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Camino de Opuwo.
De los grandes mamíferos las jirafas son los más fáciles de fotografiar: se te quedan mirando hasta que haces algún movimiento extraño y entonces huyen.
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Bordeando el parque nacional Etosha por su límite occidental. Tan grande como la provincia de Ciudad Real. El hecho de que habiten leones un determinado sitio no quiere decir que los veas. Los turistas que llegan a estos inmensos parques nacionales con el objetivo de avistar a los reyes de la selva no siempre vuelven a Europa con su fotografía. En una playa de Mozambique unos portugueses me contaron que no vieron leones en el Kruger, principal lugar para observarlos en Sudáfrica. Aquí en el Etosha tampoco está garantizado encontrártelos y así me lo refieren una pareja de suizos.
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Por toda la región encuentras aldeas herero.
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En Werda pregunto en el control veterinario si puedo acampar y me ofrecen sitio dentro del recinto policial. El pueblito está también cercado, me cuenta la comandante María que es para protegerse de los animales si saltan la valla del parque. Por la noche María me trae una manta para arroparme y unos muslos de pollo para la cena, las personas deberíamos ayudarnos las unas a las otras, me dice.
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Cuando buscas atajos...
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También viven himbas, aunque sus asentamientos están ocultos en el matorral.
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El ganado es el principal medio de vida de los herero y los himba.
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Opuwo es el epicentro de las tribus de la región.
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 Si quieres ver himbas y hereros, aqui hay cientos.
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Himba.
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Una pareja hakahona.
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Hereros.
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Los ovambo son la etnia mayoritaria en el país.
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 Y también encuentras otras tribus en Opuwo.
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Fuera de las calles principales donde encontrarás modernos comercios con todo producto que necesites, Opuwo es un pueblo polvoriento con casas miserables de barro o chapa.
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El mercado.
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Sí, me dicen que son para comer.
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jueves, 21 de junio de 2018

Namibia: hacia territorio himba.

El Atlántico queda de nuevo atrás, si los planes salen bien las próximas olas serán las del lago Malaui. Desde Swakopmund enfilo hacia el norte por una carretera de sal hasta Hentiesbaai, y de aquí me separo del océano internándome en tierra baldía por una pista arenosa. Son más de 400 km sin asfaltar, poblaciones alejadas hasta 125 km donde hay que cargar con más agua y comida de lo habitual. Es el peaje a pagar para ver a los himba. En Kamanjab verás a sus mujeres por la calle o el supermercado, también te cruzarás con los san, los damara, los herero... pero será como cuando llegas a Sapa y no das importancia a los sombreros cónicos (recuerdas Olga), las himba acapararán toda tu atención.
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Siguiendo la costa hasta Hentiesbaai.
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¿Buscas una sombra?
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Hasta en las zonas más áridas crecen asentamientos humanos.
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Hentiesbaai.
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Montando el campamento.
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No es difícil encontrar parcela... Disfrutando de la soledad y de la fortuna de poder estar aquí.
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Uis: los ciclistas siempre paran en el súper, siempre pensando en comer.
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Los argentinos tienen una palabra que no puede describirlo mejor: serrucho.
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Difícil para sobrevivir, el hombre se adapta a cualquier ambiente.
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A veces pasa media hora sin ver vehículo alguno.
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Comunidad de propietarios avícola.
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Un café de medio litro para rematar el día.
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El desierto va quedando atrás.
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Al caminar siempre mirando al suelo.
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Kamanjab.
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Bosquimano de viaje.
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Primeros himba.
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Como cualquier ama de casa haciendo la compra.
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viernes, 15 de junio de 2018

Namibia: encuentro con el Atlántico.

Cuando dejé las playas del Índico en Vilanculos, mi objetivo lo fijé en pedalear hasta el Atlántico: de los palmerales mozambiqueños a las dunas del Namib. Todo iba bien, con viento aliado atravesando el Kalahari dirección poniente, cuando acercándome a meta un "tak" seco frustró mi ilusión. Un radio junto a los piñones había estallado y la rueda comenzó a bailar. El mecánico más cercano estaba en Swakopmund, a los 175 km que me restaban al océano. Y así fue como con mi bici enferma en una camioneta llegué al Atlántico.
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Dólar namibio, aunque si traes rands sudáfricanos también te puedes apañar
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Un nuevo país por delante.
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 Pues sí, veo bastantes facoceros.
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Algunas rectas de la transkalahari tienen más de 10 km.
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Tienda, gasolinera e iglesia de Witvlei.
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El centro de Windhoek.
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Christuskirche.
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Windhoek parece europea.
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Okahandja.
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En las grandes distancias, áreas de descanso.
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Swakopmund.
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Huellas de los colonos alemanes en Namibia.
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Cruzando el río Swakop hacia el sur, aparecen las primeras dunas del desierto del Namib.
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El Namib se encuentra con el océano Atlántico.
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