martes, 15 de octubre de 2019

Los chinos.

Al contrario que su gobierno, los chinos en general siempre nos han acogido con una sonrisa. Hemos sido invitados a comer y recibido pequeños regalos. También hay quien nos saluda por la calle y sobre todo les gusta fotografiarse con nosotros. Donde hemos comido y dormido lo normal es que estén encantados de poder recibir a alguien de otro país. Algunas veces el recepcionista del hotel que tenía prohibido alojarnos trataba de disculparse, quizás avergonzado de ello pese a no ser él o ella responsable. En casi todos los sitios aunque no en todos, siempre ha habido alguien que nos ha dado cama a pesar de la prohibición.
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La primera noche que pasamos en China, el recepcionista del hotel se las ingenió para que nos regalaran el desayuno. Por la mañana nos acompañó a cambiar dinero e invitó a café.
La fotografía pertenece a Xiangyang, en la provincia de Hubei.
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En la entrada de los comercios los empleados chinos escuchan las instrucciones por parte del encargado. A veces las indicaciones se pueden demorar durante largos minutos.
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Hemos preguntado ya en más de 25 hoteles en los que hemos sido rechazados, un chico se acerca en su moto y nos regala un par de racimos de uvas. Dice que nos ayudará a encontrar alojamiento y conduce a un hotelito en el que presenta su identificación para que nos acepten con su nombre.
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Otro día nuestra jefa está tan encantada con nuestra presencia que antes de irnos nos regala unos pepinos y fotografía con nosotros.
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El barrio antiguo de Xiangyang.
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Tenemos una avería en una de las bicis y vamos al mecánico. Éste, en lugar de cobrarnos, nos regala unos refrescos. A unos kilómetros paramos para hacer un descanso y somos invitados a un aperitivo.
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Aunque Mao Tse Tung muriera hace más de 40 años, aún sigue siendo un ídolo para muchos chinos.
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Los parques públicos en China son centros donde sus ciudadanos se reúnen para realizar actividades al aire libre: juegos de mesa, taichí, bailes de todo tipo, tocar instrumentos musicales, cantar,...
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Desde la construcción de la Gran Muralla hasta hoy en día, los chinos siempre han sido amantes de las grandes obras. A la salida de Xiangyang nos encontramos con esta montaña transformada en escultura.
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En Jingzhou también tienen su escultura, la del general Guan Yu, dios de la guerra, que se eleva más de 50 m.
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Las cocineras del restaurante contentas de darnos de comer.
Jingzhou está a la orilla del Yantsé, lo cruzamos hacia el sur en un transbordador.
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Provincia de Hunan. En la primera noche nuestra anfitriona está encantada con nuestra presencia en su hotel pese a tener prohibido alojarnos, y nos escribe en su móvil que somos bienvenidos.
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El río Li.
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Parque nacional de Zhangjiajie.
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Miles de escalones que te suben hasta miradores increíbles.
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Después de haber sido echados de una ciudad en la que nadie tiene permiso para alojarnos, en el siguiente pueblo nuestra anfitriona nos trae un plato de comida a la habitación. No dando parte de nuestra presencia a la autoridad la vida en China es más fácil.
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Fenghuang.
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Sobre todo a las mujeres les gusta disfrazarse con vestimentas tradicionales del lugar para fotografiarse.
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Tanto de día como de noche, Fenghuang luce espectacular.
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