martes, 16 de octubre de 2018

Ruanda.

Recordando lo que pasó aquí hace apenas 24 años, uno podría pensar al venir a Ruanda que va a encontrar un país desolado y pobre, con gentes asustadizas y tristes. Cruzando su frontera desde Tanzania lo que ve es muy diferente: la carretera es buena, los edificios lucen una capa de pintura, el suelo está limpio. Hay más variedad de comida en el restaurante y más productos en las tiendas que en su vecino. La gente viste y calza bien, hacen deporte los fines de semana y se les ve alegres. Parece increíble que se matasen unos a otros a machetazos por diferencias tribales, aunque si lees la historia tiene su miga...
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El franco ruandés.
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Cada vez que paro se acercan los niños de alrededor.
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Arrozales en los valles.
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Peluquería.
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 El centro de Kigali, la capital.
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Y los barrios periféricos.
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Mercado en Kigali.
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 Con amaneceres así no importa escalar montes.
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 El mayor reglamo turístico del país: gorilas de montaña.
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En cada parada los críos corren a verme.
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Día de mercado en un pueblito.
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Los montes Virunga son volcanes de 3 y hasta 4.500 m que separan a Ruanda de Uganda y el Congo.
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Los ciclotaxistas de Ruhengeri.
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En los Virunga se hallan los gorilas. El parque nacional fue reducido para dar más terreno en que cultivar a una población humana creciente. Me parece vergonzoso la disminución del parque, desde fuera se ve su superficie reducida a los conos de los volcanes. Éstos, colmados de vegetación autóctona, y fuera del límite protegido, las zonas cultivables. No necesitan más para que los gorilas sobrevivan y poder cobrar por enseñarlos, que parece la única razón real de su supervivencia.
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Aquí podéis ver uno. Pregunté a la entrada del corral donde los tienen si podía verlos y sí que se puede, si les das $1.500 (unos 1.400€). Y te lo dicen sin sonrojarse.
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