Suazilandia.

-Bienvenido a la pacífica Suazilandia -me dicen. Y la verdad que viniendo de Sudáfrica te hace sentir bien. Allí lo común era avisarte del peligro: no pases por aquella ciudad, te robarán antes de atravesarla; no te detengas aquí por mucho tiempo; al pasear ten cuidado con los carteristas; ¿cómo has dejado la bici sola? ¿no te la han robado?... Pues finalmente salí ileso del país vecino, con sólo dos intentos de robo, lo que es bueno (sólo intentos) como bromeaba una simpática bilbaína. No preocuparse, en España también te intentan robar cada día: políticos, bancos... Y éstos si lo consiguen.

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El lilangeni es la moneda del país junto con el rand sudafricano.

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Tienda y restaurante en Hluti.

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En la policía de Hluti me buscan un sitio a salvo de la lluvia para pasar la noche.

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A la salida de Sidvokodvo me detengo a sacar una foto, llevo enganchado al equipaje una bolsa con basura, pues no he encontrado un contenedor donde tirarla, y un paisano me pregunta la razón de llevarla conmigo. Respondo que no he ido a su país para ensuciarlo y él insiste en que no hay problema, que la tire a la cuneta. No lo hago y él no entiende el porqué, todo el mundo tira sus desechos al suelo.

 

De camino para la venta en el mercado.

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Mercado de fruta en Manzini, la mayor ciudad del reino.

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El Viernes Santo la reina madre viene a escuchar misa a la iglesia de Lobamba.

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Miles de vecinos acompañan en la misa a la madre del rey Mswati.

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No hace falta un gran local para montar un negocio en Lobamba.

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Y éste es el mercado de medicina tradicional de Mbabane, la capital.

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Parque nacional Real Hlane. Una guardabosques me acompaña caminando hasta la zona de acampada, dice que hay elefantes y puede ser peligroso ir solo. Yo hubiese deseado ver alguno pero no hay fortuna.

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Hasta que anochece los hipopótamos no salen de su charca.

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Hay que madrugar si quieres ver los rinocerontes.

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Y con los elefantes, que tienen destrozados todos los grandes árboles, no tengo tanta suerte.

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