lunes, 7 de mayo de 2018

Mozambique: de Tofo a Machipanda.

El paso por Mozambique ha sido fácil, sin la incertidumbre de encontrar sitio para pasar la noche como en Sudáfrica. Aquí el campo no está vallado y siempre tengo varias opciones para intentar armar la carpa en las poblaciones. Además el terreno es llano en general, a excepción de las áreas fronterizas, y acabo las jornadas menos cansado. El viento me ha dado tregua y hasta las mujeres están más guapas.
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Es el reverso.
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Así da gusto seguir camino.
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Desde que circulo por zona palúdica lo tengo claro: no dormir nunca sin mosquitera, si en el alojamiento no la hay cuelgo la mía. En Maputo no tenían y el resto de los inquilinos dormían sin protección, algunos paseaban por el edificio sin camiseta y en chanclas. Y había muchos mosquitos. Por las tardes volaban alrededor en busca de chupar la sangre a algún despistado. Alguno de ellos enfermará de malaria, pero prefieren correr el riesgo y amortiguar de alguna manera el bochorno con el torso y piernas al aire. Uno de ellos era un simpático ruso, estaba muy preocupado, en una ocasión contrajo el paludismo y se pasa muy mal según me contó, sin embargo viajaba sin mosquitera.
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Mercado de Morrumbene.
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Amaneceres espectaculares.
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Otro restaurante.
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Hay días que encuentras buenos hoteles a precios invatibles.
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-Antes de la guerra había en Mozambique muchos animales: leones, leopardos… no se podía circular en bicicleta. Ahora ya no queda nada –se lamenta el portugués Carlos. Durante los años de guerra no se mataban únicamente entre las personas, también se acabó con la fauna en grandes áreas.
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El tendero en su negocio.
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Tan bonitas de fotografiar...
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Y tan duras de vivir: sin gas ni electricidad, ni siquiera agua corriente. Hay que traer la leña y el agua, la luz la marca el Sol.
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Quitando el ajetreo del mercado, la vida en Vilanculos transcurre tranquila, con poco tráfico motorizado fuera de la calle principal y poca gente en la playa, sólo a la tarde se concentran jóvenes varones sobre la arena para jugar al fútbol y chicas que miran sentadas de cara al mar.
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Playa de Vilanculos. Los turistas son escasos y los vendedores de baratijas de la playa abandonan el chiringuito para acercarse al blanco que se detiene a contemplar el océano.

-Ven a mi puesto, sólo mirar.

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Las mujeres van hasta las embarcaciones varadas en la playa a recoger las capturas de pescado, que llevan en cestas sobre la cabeza hasta el mercado.
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Olivia con su bebé de 9 meses y una espontánea.
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Paso de ganado. La carretera sigue empeorando lejos de la capital, con grandes baches y tierra sobre el asfalto. Yo voy bien, puedo esquivar los baches, los camiones tienen que reducir hasta casi detenerse para ir sorteándolos.
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 Una iglesia.
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 Partida de damas. Paro en una tienda junto a unas casas; varios niños sucios, una niña descalza, otra con el vientre hinchado, una pena pero no es una excepción. Se acercan a conocer al extranjero y yo les pregunto por su nombre y edad en portugués. No son conscientes de su miseria, no lo serán hasta que un día puedan tener la oportunidad de ver la televisión y mirar como viven los niños blancos en un mundo totalmente diferente al suyo, tan lejano que sólo lo podrán soñar.
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Mercado de Muntindiri.
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 Éste si que va cargado.
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Mercado de Chimoio.
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 Chimoio.
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 El mercado en Manica es un auténtico espectáculo.
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Y así, llegando a Machipanda, me despido de Mozambique.
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