Ávila.

Una ciudad, más allá de lo que protegen sus murallas, es su historia y el pasado de sus gentes, sus costumbres y quehaceres. Las personas que se consideran sus ciudadanos se identifican con lo acontecido dentro de esos muros y con los que aquí vivieron antes de ellos. Unas veces orgullosos de su historia, otras desconcertados pero aceptándola. Si no te sientes identificado con lo que se desarolló intramuros, nunca llegarás a amarla ni a ser un verdadero vecino, no pretendas derrumbar la muralla.

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Esperando la salida hacia la ciudad amurallada.

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Las puertas de la muralla.

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Construída para defender a los ciudadanos de Ávila.

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La catedral.

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La arquitectura de un pueblo habla de su pasado. Es el que fue.

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La girola.

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El Chico.

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Aquí se levantó el ayuntamiento.

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Convento de Santa Teresa.

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Todo abulense reconoce la importancia que "la Santa" tuvo para su ciudad.

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 Este convento se edificó sobre el solar en el que nació Teresa de Jesús.

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Iglesia de San Vicente.

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Acceso principal al templo.

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Es lo que dice su historia. 

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Las patatas revolconas son típicas de por aquí, me dicen.

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Real monasterio de Santo Tomás. En el clausto del Silencio se tallaron los blasones y símbolos de los reyes católicos.

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Galería del clausto del Silencio.

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Tanto Isabel como Fernando tenían su propio sitial en el coro de la iglesia. Aquí el de Isabel.

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La visión de la iglesia que debía tener Fernando el Católico desde su asiento.

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El único hijo varón de los reyes católicos, el príncipe Juan fallecido a los 19 años, tiene su sepulcro junto al altar.

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El Grande.

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Monasterio de la Encarnación.

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Entre sus paredes pasó Santa Teresa 30 años.

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La ciudad está repleta de palacios señoriales.

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Y de regreso, entre tren y tren, un paseo por las cercanías de Atocha: Panteón de los hombres ilustres.

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